
accedió a regañadientes a complacer a mi difícil supervisora de la empresa para la que había trabajado anteriormente – pero, a cambio, ¡comenzó a «jugar a la esclava» como pago! Me llamaba «amo» y de vez en cuando me despojaba de mi ropa, ¡incluso me ponía las manos encima! ¿¡Qué demonios estaba pasando!?